Categoría: Reseñas
La fiesta de la insignificancia
Cada vez que sale a la luz una obra del escritor checo Milan Kundera, el mundo editorial se sacude y se percibe en el ambiente un aroma clásico de novelas fundamentales como ‘La insoportable levedad del ser’ y ‘La broma’. Las librerías y los cafés se inundan de aquel aroma que envuelve a las nuevas creaciones de Kundera. Por esta razón, la referencia de su obra anterior es inevitable a la hora de leer un nuevo libro y, quizás por esto también, ‘La fiesta de la insignificancia’ ha recibido críticas tan dispares, desde los que la juzgan como una novela genial, prolongación exitosa de las anteriores, hasta los que la han aborrecido y abandonado antes del final.
Lo cierto es que esta es una novela que no deja indiferentes a los lectores. Escrita en clave de humor casi en su totalidad, Kundera relata la historia de Alain, Ramón, Charles y D’Ardello, cuatro personajes marcados por su inteligencia y su mordacidad en cada apreciación de la vida. Alain y su obsesión con el ombligo femenino como una de las bellas creaciones tienen su punto más elevado en un pasaje genial en que el personaje relata el frustrado suicidio de su madre cuando estaba embarazada de él. Por su parte, Ramón persiste en su intento de ingresar a una exposición de Chagall a la que siempre renuncia por no ser parte de aquellos que están dispuestos a hacer filas interminables. D’Ardello resaltará la insignificancia como esencia de la existencia humana, mientras que Charles, de modo simultáneo, anunciará en broma un grave diagnóstico de cáncer terminal para experimentar la compasión de sus amigos, sin saber que el destino siempre está dispuesto a dar giros imprevistos.
El corazón de las tinieblas
Joseph Conrad, profuso novelista de origen polaco que se ha constituido en uno de los mejores escritores modernos de lengua inglesa. Nació en 1857 en Berdyczów, población asentada actualmente en territorio ucraniano. De su vasta producción literaria sobresalen novelas como Nostromo (1904), La Locura de Almayer (1895), Lord Jim (1900) y el célebre viaje a las profundidades tenebrosas del espíritu humano en El Corazón de las Tinieblas (1902).
Aventurarse en la obra de Conrad equivale a sumergirse en las aguas más oscuras de los océanos mentales, a dejarse caer sin red de protección en las ardientes vísceras de los volcanes. Y es que este extraordinario escritor logró explorar con su pluma los espacios más sombríos del comportamiento humano, esos lugares dominados por un músculo horroroso que late e irriga con sus fluidos perversos el interior de nuestros cuerpos.
En forma magistral y profética, Joseph Conrad, nos traslada imaginariamente a la colonización del Congo Belga (finales del siglo XIX y principios del siglo XX) y las trágicas consecuencias sobre la población de lo que hoy es la República Democrática del Congo. Sin embargo, el autor de “El Corazón de las Tinieblas” no pretendía mostrarnos solamente la crueldad y la devastación de un país africano por las tropas del rey Leopoldo II de Bélgica, sino llevarnos a los lectores mucho más allá, adentrarnos en esa jungla escabrosa que constituye el alma humana. En efecto, el viaje previsto por Conrad al corazón de las tinieblas de ninguna forma se circunscribió al río Congo y a la búsqueda del señor Kurtz, el imaginario jefe de explotación de marfil en la novela, sino al encuentro de la corrupción y la miseria moral del ser humano.
Kurtz es en “El Corazón de las Tinieblas” cualquiera de los personajes nefastos de la historia moderna de la humanidad: un gigantesco dictador sanguinario de Uganda, un demente fascista antisemita, un cruel gobernante Iraquí, un flemático homicida austral, un pequeño y pendenciero cowboy colonialista y sus fanáticos socios musulmanes. El desalmado Kurtz, que en la novela se deleita con la cacería de humanos, engendra a cada uno de estos salvajes que han intentado, -y en muchos casos desafortunadamente lo han logrado- dominar a dentelladas a los pueblos que los han sufrido.
Francis Ford Coppola basó su genial película “Apocalypse Now” en la novela de Conrad “El Corazón de las Tinieblas”. Si bien es cierto que la trama del film se desarrolla en Vietnam, también es verdad que el director norteamericano no escogió al azar para esta película uno de los episodios más tristes de la época moderna. En “Apocalypse Now”, Coppola utilizó también a Kurtz para recrear en la forma más cruda la perversión del hombre en contra del hombre.
Jozef Conrad nos invita a hacer un viaje hacia “El Corazón de las Tinieblas”. Un viaje en el que descenderemos lentamente a la oscuridad más absoluta, a los abismos del hombre, allá donde se han enquistado las perversiones y las locuras, la irracionalidad y el miedo, la intolerancia y el fanatismo. No se equivoque al pensar que, en este libro, revivirá una travesía por el río Congo, ése es solamente un telón que ha puesto el autor delante de nuestros ojos. Detrás de aquel velo está el verdadero destino: el espeluznante comportamiento del ser humano.
El último refugio del poeta
Isla Negra no es una isla, es algo así como una ilusión que simula flotar sobre el océano. Sus playas están salpicadas por rocas oscuras e hirientes que han sido pulidas durante siglos por las frías aguas del Pacífico chileno. En este paraje dominado siempre por el mar rabioso, vivió sus años más felices el Premio Nobel Pablo Neruda. Allí conoció el amor y saboreó la gloria. Allí sintió la proximidad de la muerte cuando se produjo el golpe de Estado contra el Presidente Salvador Allende. Hasta Isla Negra debe haber llegado el eco agónico de su amigo que moría en el Palacio de la Moneda, quizá incluso el olor de la pólvora. A este lugar regresaron los restos del poeta, demasiados años después, para ser sepultados en la proa de su barco junto al gran amor de su vida, Matilde Urrutia.
Neruda llegó al recóndito enclave marino en 1938. Se enamoró de inmediato de la cabaña de piedra plantada en la arena, del amanecer que siempre ofrecía un paisaje distinto, de las noches colmadas por el rumor de las olas. Sus memorias recogieron esos instantes con esta frase: “Por primera vez sentí como una punzada este olor a invierno marino, mezcla de boldo y arena salada, algas y cardos…”.
Compró el lugar a un marino español llamado Eladio Sobrino. Lo que habría de ser la enorme nave que domina el tumultuoso océano desde el continente, empezaba a tomar forma en su cabeza, como un verso, como un sueño persistente y vaporoso. Más tarde Neruda escribiría: “la casa fue creciendo, como la gente, como los árboles…”
Y es que este fabuloso trasatlántico no fue armado en un gran astillero sobre pilotes gigantes, ni su esqueleto jurásico fue nunca admirado por nadie, ni se inauguró lanzándose al mar en una pomposa ceremonia, pues la nave había nacido en el mar, había estado siempre surcando las aguas, y, con el tiempo, sus espacios emergieron del imaginario del poeta. Cada uno de sus salones se llenó casi por arte de magia de los más asombrosos objetos: mascarones de proa, pipas, barcos enclaustrados en botellas de cristal, veleros, timones, juguetes, cristalería, un caballo de tamaño natural, dientes de cachalote, caracolas marinas, la armadura de una ostra descomunal…
El mar también le ofrendó regalos, de vez en cuando, como aquel enigmático tablero sobre el que Neruda escribía sus poemas. Se dice que una mañana el poeta observaba a través de su catalejo el desorden del mar y lo vio balanceándose sobre las olas. Se emocionó como un niño y bajó a la playa con su mujer a esperar el arribo del curioso objeto. Horas después el portón de madera de algún barco fantasma ocupaba aquel espacio que el poeta le había reservado desde siempre: la Covacha, el despacho al que Neruda le puso un techo de zinc para escuchar el martilleo de la lluvia mientras escribía.
La casa de Isla Negra no se detiene nunca. Los objetos parecen cambiar de lugar por sí solos, o brotar de forma espontánea de las paredes de piedra. Recorrerla es como emprender un viaje entre las palabras dispuestas por Neruda siempre con tinta verde. Quien se embarca en este navío no puede dejar de imaginar al poeta hechizado por los ojos desconcertantes de las ninfas y piratas, imaginarlo mimando cada objeto, acariciando la superficie rugosa de los caracoles, jugueteando entre una flota de barcos congelados, contemplando desde su propio mundo las mareas encrespadas, y por supuesto, entrelanzado palabras para convertirlas en música, desmadejando ritmos, desflorando imágenes…
Necesito del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navios.
El 18 de septiembre de 1973 la casa de Isla Negra recibió a los amigos de Neruda para llorar por los caídos. Ya no hubo festejos, ni risas. Al día siguiente, el poeta, gravemente enfermo, partía hacia la capital en un viaje que le debe haber parecido eterno. Murió en Santiago el 23 de Septiembre del mismo año de la revuelta, pero sólo volvió a su hogar en 1992, cuando sus restos fueron trasladados allí, y se le rindió finalmente el homenaje que merecía.
El futuro es espacio,
espacio color de tierra,
color de nube,
color de agua, de aire,
espacio negro para muchos sueños,
espacio blanco para toda la nieve,
para toda la música.
Y allí, capitaneando desde la proa de la nave, su último refugio, el poeta continúa el viaje.
Hot Sur
Laura Restrepo
Planeta
La nueva novela de Laura Restrepo es un arma punzante capaz de herir mortalmente al lector. La escritora colombiana, autora de éxitos literarios como Delirio, Leopardo al Sol y La Novia Oscura, publica en esta ocasión un thriller de atmósfera siniestra, narrativa estremecedora y personajes memorables.
María Paz, una joven latina que se busca la vida en los Estados Unidos, es el personaje central de la novela. Con su matrimonio creerá que ha alcanzado por fin el sueño americano, pero después de un confuso incidente en el barrio de clase baja en que reside, será acusada del homicidio de su esposo, Greg, un policía involucrado en negocios oscuros. Detenida injustamente, conocerá por dentro el infierno de la prisión. El contrapunto luminoso de su vida es Cleve, un profesor de literatura que la rescatará de las tinieblas antes de morir en un extraño accidente automovilistico. A partir de esta tragedia, el padre de Cleve, Ian Rose, se verá involucrado en una historia de terror al investigar la muerte de su hijo.
Pero esta novela tiene en Sleepy Joe, un fanático religioso, a uno de esos personajes que los lectores no pueden olvidar fácilmente. A partir de su frustrada iniciación en una misteriosa secta juvenil, Sleepy Joe se descubrirá como un hombre violento y vulgar, cercano a Dios y poseído al mismo tiempo por una fuerza maligna, será capaz de cometer los actos más horrorosos que la mente humana haya concebido. Un gran competidor del Hannibal Lecter de finales del siglo XX.
Las injusticias de la migración, el amor y la compasión, el terror en su punto más álgido, suspenso y vértigo, utopías y esperanza, todos reunidos en una novela de extraordinaria calidad.
HHhH
Detrás de este curioso título se encuentran las siglas de la frase en alemán: “Himmlers Hirn heisst Heydrich” (El cerebro de Himmler se llama Heydrich). Y es que esta obra, ganadora del Premio Goncourt a la mejor primera novela del año anterior, y una de las grandes sorpresas literarias del 2011, relata el extraordinario episodio de la segunda guerra mundial denominado “Operación Antropoide”, que tenía por objetivo el asesinato de Reynhard Heydrich, jefe de la Gestapo y mentalizador de la masiva exterminación judía durante el conflicto.
HHhH llegó a mis manos después de leer una crónica de Mario Vargas Llosa en el diario El País de España. El premio nobel la catalogaba como una de las mejores novelas que había leído en el año. Y la verdad es que esta obra engancha, sorprende y apasiona.
En efecto, el relato te atrapa desde el inicio cuando interna en los pormenores que rodearon a la operación que terminó con el atentado contra Heydrich, fallido en un inicio, pero que concluyó con su muerte, horas más tarde, a consecuencia de las heridas provocadas durante la misión. Desde la planificación en la Dirección de Operaciones Especiales de Churchill, pasando por la ascendente carrera de Heydrich cimentada en la altísima opinión que tenía Hitler de él, surcando las turbulentas aguas de la corriente nazi que se expandía por Europa, recalando en remansos sobre la vida del checo Jan Kubiš y el eslovaco Jozef Gabčík, autores del atentado, HHhH, es un viaje desenfrenado alrededor de un momento cumbre de la historia mundial que devendría –sin haberlo planificado de este modo-, en la alerta mundial sobre la barbarie alemana y la posterior caída de Hitler.
HHhH sorprende además con una técnica narrativa que intercala el quehacer del autor en la investigación de documentos históricos, los hallazgos insospechados y la revelación de sucesos anecdóticos que, en parte por jugarretas del destino y en parte por su propia obstinación y arduo trabajo, permitieron que Laurent Binet termine con éxito esta gran novela.
El relato es verdaderamente apasionante, y, a través de una fina hendidura en el tiempo, nos permite observar las imágenes más perversas de la segunda guerra mundial; el delirio de Hitler y los altos funcionarios nazis; el honor y la valentía de los soldados que estuvieron destinados a efectuar el atentado a sabiendas de que las probabilidades de salir con vida eran muy escasas; los momentos más íntimos de los personajes en un esfuerzo del autor por reconstruir la historia de forma amena.
HHhH una novela que refleja lo desgarradora que puede ser la realidad cuando se la priva de la ficción.
Escritores delincuentes
Hace pocos días se anunció al ganador del XVI Premio Alfaguara de Novela, año 2013. El prestigioso galardón recayó en el escritor español José Ovejero (Madrid, 1958), por su novela titulada “La Invención del Amor”. Seguramente a mediados de año ya podremos leer esta obra inspirada en un tórrido romance que sólo parece existir en la mente de un hombre al que no le han alcanzado de lleno las flechas del amor, a pesar de los múltiples devaneos que ha tenido en su vida.
Sin embargo, como aperitivo mientras llega la obra premiada, tenemos la oportunidad de disfrutar de un ensayo de José Ovejero titulado, de forma muy acertada, Escritores Delincuentes.
Y es que, en aproximadamente trescientas páginas, el autor revela los pasajes más oscuros de varios colegas suyos que se vieron involucrados en actos delictivos de distinta índole. Así, por ejemplo, encontramos la historia del reconocido narrador y poeta colombiano Álvaro Mutis, que habría desviado fondos de la compañía Standar Oil, donde trabajaba, para utilizarlos en beneficio de ciertas empresas culturales. Gabriel García Márquez, al respecto, dice que Mutis estuvo detenido en una prisión mexicana “por un delito del que disfrutamos muchos escritores y artistas, y que sólo él pagó”.
Pero el ensayo de Ovejero tiene la virtud de internarse incluso en delitos de mayor envergadura como el espeluznante homicidio cometido por la escritora Ann Perry en 1954, a los quince años de edad, cuando en compañía de una amiga de dieciséis años, mataron a la madre de la segunda asestándole varios golpes en la cabeza. Al parecer el amor profundo que sentían una por la otra les llevó a cometer el crimen por el que ambas sería separadas y que, por cosas del destino, terminaría con Ann Perry en Inglaterra, convertida años más tarde en una de las autoras más famosas de la novela negra británica.
También podrá conocer ustede en este libro la historia del escritor y asesino español Remigio Vega Armentero que, envuelto en una vorágine delirante de celos y persecuciones, mató a tiros a su mujer y fue condenado a cadena perpetua. O la no menos intrigante historia paralela de la escritoras chilenas María Luisa Bombal (1910 –1980) y María Carolina Geel (1913-1996), encadenadas en la historia no sólo por sus obras literarias sino por dos hechos de sangre que las escritoras protagonizaron en el Hotel Crillón de Santiago, con una diferencia de catorce años, teniendo como víctimas a sus respectivos amantes.
Y en la larga lista de escritores delincuentes retratados en este ensayo se encontrará usted al famoso William Burroughs, al alemás Karl May, al francés Jean Genet, y a otros tantos cuyas vidas se desviaron hacia los sombríos callejones de la delincuencia y la ilegalidad, quizás buscando encontrar allí una historia para contar o la puerta para escapar.
Camaleón albino
Partamos del hecho de que Juan Manuel Rodríguez es un orfebre de la palabra. El que haya leído alguna de sus novelas anteriores: El Pez Perfume, Cinturón de Fuego, El Poder de los Vencidos, entre otras, me dará la razón. Hoy con Camaleón Albino, simplemente se confirma este hecho.
Estoy convencido de que la limpieza de su prosa proviene de ese afán perfeccionista y riguroso del maestro en literatura y comunicación durante más de treinta años. También de sus lecturas, por supuesto.
Juan Manuel nació en Bilbao y llegó al Ecuador, quién sabe cómo y por qué, hace más de cuarenta años. Se nacionalizó ecuatoriano y aunque conserva ciertas voces y entonaciones hispanas, las eses han terminado por colonizar a las zetas y a las ces como lo hace el kikuyo con el césped cuando se asienta en estos parajes equinocciales.
Yo lo conocí apenas hace seis años en la cafetería de la Universidad San Francisco de Quito. Hicimos liga de inmediato cuando cruzamos una palabras sobre libros y autores. Vale la pena mencionar que, además de escritor y catedrático, Juan Manuel es un extraordinario conversador. Quedamos un día en Cumbayá para almorzar y compartir nuestras aficiones. Conversamos animadamente sobre autores y novelas favoritas, proyectos literarios futuros, cine (otras de las pasiones de Juan Manuel), y algo de actualidad. Desde aquel día hemos repetido el ritual durante muchas ocasiones, eso sí, invariablemente en el mismo sitio, en la misma mesa y con el mismo menú. Lo que cambia normalmente es el personaje de nuestras tertulias, casi siempre escritores o directores de cine, novelas de antaño o recientes, películas antiguas y, en ocasiones, algún estreno cinematográfico de interés común.
Así me involucré un poco en el proceso de creación de Camaleón Albino. Juan Manuel me la confió para una lectura profunda cuando la novela estaba prácticamente al salir del horno. Al margen del manejo pulcro del idioma y sus geniales dobleces y giros imprevistos, me entusiasmaron los personajes y el entorno de este thriller ecuatoriano: Germán Vilca, un actor desempleado que realiza las labores de limpieza en el museo antropológico de la ciudad. Damaris, su novia, a la que convence para irse a vivir con él en un altillo clandestino, aledaño a la biblioteca. Y Guilmond, el sagaz periodista, ávido de primicia, que entrelaza su vida con la de estos extraños personajes a partir de un pavoroso incendio que arrasa con el museo. No faltan en la novela los recursos clásicos de este género: el suspenso, la trama investigativa, una fuga y un descenlace fulminante, siempre mimetizados, como el camaleón, en lo cotidiano de la violencia y el tráfico de drogas, y con el aliño, casi común, de la corrupción en las altas esferas políticas.
Los grandes males de nuestro tiempo son relatados en Camaleón Albino con la prosa depurada y la filosofía propia, muy propia, de Juan Manuel Rodríguez.
Conocer al autor ha sido una aventura enriquecedora, pero leer sus novelas es un ejercicio de aprendizaje estricto y necesario.
Antigua luz
Leer a John Banville siempre será una experiencia placentera y explosiva. Su última novela, Antigua Luz, nos sumerge, a través de la prosa pulida y refinada de este autor irlandés, en las aguas turbulentas de una relación prohibida, relación que se devela en la primera frase con un zarpazo de pronóstico grave a la conciencia del lector: “Bill Gray era mi mejor amigo y me enamoré de su madre. Puede que amor sea una palabra demasiado fuerte, pero no conozco ninguna más suave que pueda aplicarse”.
Así, desde el inicio, el lector se engancha en una historia salpicada de morbo y erotismo, entrelazada con la narrativa profunda e intensa de un autor de culto que escarba el alma del ser humano sin pudor alguno.
Y es que esta Antigua Luz es, de algún modo, la respuesta literaria al esperpento (y gran éxito de ventas) de las Cincuenta Sombras de Grey. La de Banville, una gran novela que aborda el tema sexual desde un punto de vista tan controvertido como el de la relación de la señora Gray, de treinta y cinco años de edad, con un joven de quince años; y la otra, una trama de telenovela barata, sobrada de sexo explícito, personajes hechos para la pantalla grande y aburridores lugares comunes.
En Antigua Luz, los encuentros clandestinos del pasado, tan sensuales como condenables, constituyen un ejercicio evocativo del narrador que, en ocasiones, llega a dudar de ciertos recuerdos que, o bien provienen del pasadizo de las fantasías, o se originan efectivamente en el rincón de las certezas. Precisamente allí, en el relativismo de la memoria de Alexander, se encuentra lo más sorpresivo de esta novela redonda, impúdica y azarosa.