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FIDEL, ANTES Y DESPUÉS

Por más antipatía u odio que alguien pudiera sentir por él, nadie podrá negar que, para bien o para mal, dependiendo del lado desde el que se lo mire, Fidel Castro Ruz fue uno de los líderes políticos de mayor trascendencia en el siglo XX. Su historia personal, que está ligada necesariamente a la de Cuba, tiene un antes y un después delimitado por el triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959.

Mucho antes de esa fecha, allá por el año 1895, José Martí y Antonio Maceo, entre otros héroes, dieron su vida por la liberación de Cuba de la corona española. Finalmente, en 1898, se logró la tan ansiada independencia, o, al menos eso creyeron los cubanos, pues tan pronto como España se retiró, los Estados Unidos, cuya ayuda militar fue decisiva en las guerras de independencia, ocupó la isla e instauró en ella un protectorado que duró formalmente hasta 1934, pero que en la práctica estuvo vigente hasta el final de la dictadura de Fulgencio Batista, en diciembre de 1958.

De modo que la revolución cubana gestada por los expedicionarios del Granma y liderada por Fidel Castro, fue en realidad la prolongación de la revolución de finales del siglo XIX, encauzada por héroes como Martí y Maceo, y, años más tarde, por jóvenes rebeldes como Antonio Guiteras o Frank País, que, entre miles de combatientes, dieron su vida por la libertad. Este mismo fin fue el que persiguieron, poco tiempo después, los afamados barbudos desde la Sierra Maestra, cuando derrocaron a Batista y proclamaron “finalmente” la independencia de la República de Cuba.

En el antes, por supuesto, se encuentra esta gesta épica sustentada en los principios de libertad, justicia social, democracia y soberanía, en contra de las tiranías, las dictaduras y la injerencia estadounidense impuesta sobre la isla hasta 1958. En esa larga revolución no hubo contaminación alguna de ideologías comunistas ni del pensamiento marxista-leninista; solo los movió la decisión y el anhelo de ser libres.

En el después, en cambio, tras el triunfo de la revolución en enero de 1959, con el ascenso del nuevo gobierno, aparecen las páginas negras de los juicios sumarios a los opositores, las ejecuciones a contradictores y disidentes, la nacionalización de los negocios, la expropiación de las tierras, y, desde abril de 1961, la declaración del carácter comunista del Estado y el sometimiento de Cuba al otro imperio que dominaba entonces el planeta, el soviético.

Así cayó como un mazazo sobre los cubanos la restricción sistemática de las libertades individuales, la eliminación de la propiedad privada; la creación del partido único, del gobernante único y del pensamiento ideológico direccionado desde el gobierno.

Y, sí, también aparecieron, sin duda, los promocionados éxitos en salud y educación, y con ellos se trató de vender al mundo la idea de una sociedad equitativa, pero la anhelada libertad e independencia fue tan solo un espejismo que duró apenas unas horas entre el antes y el después.

Oscar Vela Descalzo

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GUANTÁNAMO, EL HORROR

Después de la firma del Tratado de París en 1898, suscrito como consecuencia de la derrota de España en la guerra de independencia de los últimos territorios americanos, Estados Unidos ocupó la isla de Cuba (además de Puerto Rico y Filipinas).

El 20 de mayo de 1902 nació oficialmente la República de Cuba y se eligió como su primer presidente a Tomás Estrada Palma. Un año antes, el gobierno de los Estados Unidos había incorporado en la constitución de Cuba, bajo su protectorado, la Enmienda Platt, que entre otros favores concedía a los norteamericanos el derecho de arrendar o comprar tierras en la isla para sus estaciones navales e intervenir en la conservación de la independencia cubana. En 1903, el presidente Estrada firmó el acuerdo por el que los Estados Unidos arrendaron a Cuba la Bahía de Guantánamo, a perpetuidad, para establecer allí su base militar.

El atentado en las torres gemelas del 11 de septiembre del 2001 llevó al presidente George W. Bush, en enero del año 2002, a abrir el Campo de Detención de Guantánamo, una cárcel de máxima seguridad que se encuentra al margen de la jurisdicción estadounidense y también de la justicia internacional, y que por esta razón se ha convertido en el lugar perfecto para cometer todo tipo de atropellos y violaciones contra los derechos humanos.

Las denuncias sobre los horrores cometidos en esa prisión han dado la vuelta al mundo, y a pesar de que el presidente Obama ofreció en su campaña electoral el cierre de este campo de concentración contemporáneo, hasta el día de hoy se lo mantiene abierto y en sus calabozos permanecen detenidas aún sesenta personas. De este grupo tan solo siete han sido acusados de algún delito y apenas tres de ellos han sido condenados. Entre el resto de reos hay al menos una veintena que ya fueron autorizados para salir por no habérseles demostrado vínculos con actos o agrupaciones terroristas, pero para abandonar la prisión necesitan de algún país que los acoja. Los demás detenidos no tienen en su contra sino sospechas o presunciones, y nadie hasta hoy los ha acusado o enjuiciado formalmente.

Las torturas y abusos cometidos contra los casi ochocientos reos que han pasado por Guantánamo se divulgaron en todo el mundo hace años. La situación de indefensión y la violación de los derechos de los que aún están presos es pública y notoria, pero ni siquiera la voluntad del presidente Obama ha conseguido cerrar las puertas de uno de los últimos campos de tortura y aislamiento que existen en el planeta.

Por una razón o por otra el Congreso de los Estados Unidos en este último período ha bloqueado el cierre definitivo de la prisión de Guantánamo y ha impedido el traslado de los presos para su liberación o juzgamiento. Si Obama no lo logra, ¿será Clinton la que pase a la historia por cerrar el campo y, quizás también, por devolver su territorio a Cuba? Y si llega al poder el tipo del tupé, ¿cómo se remodelará y hasta dónde se ampliará el infierno?

Oscar Vela Descalzo

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MEDIDAS ECONÓMICAS

Corría el año de 1959, el gobierno ante la situación de iliquidez y la crisis que se avecinaba resolvió dictar varias medidas económicas de ajuste fiscal. Uno de los textos que recoge aquel momento histórico decía lo siguiente:

“…En cualquier caso, en septiembre el gobierno se lanzó a una política fiscal agresiva; se crearon impuestos sobre las importaciones: hasta el 30 por ciento en comestibles, el 40 por ciento en máquinas de escribir y de oficina, 60 por ciento en coches baratos y algunos artículos domésticos y el 80 por ciento en los coches caros. A partir de entonces se exigieron permisos de importación para todo y se restringió el cambio de moneda extranjera. Se iba a crear un ambiente de austeridad. … atacó el alcoholismo, calificándolo de “vicio peor que todos los demás juntos”, y cargó de impuestos a las bebidas. Sin embargo, al mismo tiempo, y contradictoriamente, hubo un intento de resucitar el turismo. Carlos Almoina, director del Instituto del Turismo, anunció un programa fulgurante destinado a fomentar la inversión en hoteles, a construir un nuevo aeropuerto para jets, y se hicieron planes para celebrar una gran conferencia turística el mes siguiente.”

De no ser porque en los párrafos anteriores consta el año en que se tomaron las referidas medidas económicas, y también porque aparece en la cita textual el nombre de Carlos Almoina con su cargo de director del Instituto del Turismo, bien podría pensarse que tales medidas se tomaron aquí, en el Ecuador del siglo XXI, hace poco tiempo u hoy mismo. Sin embargo, la cita se refiere a otro país Latinoamericano, Cuba, y a los meses iniciales del gobierno revolucionario de Fidel Castro (aunque el presidente en septiembre de 1959, nominalmente, era Osvaldo Dorticós). La cita ha sido tomada del libro ‘Cuba, la lucha por la libertad’ del historiador inglés Hugh Thomas.

Esos primeros meses del gobierno revolucionario cubano, que se había hecho con el poder tras derrocar al dictador Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959, transcurrieron en medio de la incertidumbre política por la línea ideológica que tomaría Castro (algo que no se reveló con claridad hasta abril de 1961 cuando ya la Unión Soviética había acordado su apoyo a Cuba y Fidel declaró que la revolución sería comunista, marxista y leninista), y también por la crisis económica en la que había caído el país tras las batallas contra el régimen batistiano que dejó vacías (en gran parte por corrupción) las arcas fiscales de la isla.

Así, 1959 fue para Cuba un año de reorganización gubernamental y de violentos cambios sociales. Así llegaron también, de la mano de todos esos cambios, la purga de antiguos colaboradores batistianos y la eliminación o expulsión de cualquiera que se atreviera a contradecir al nuevo régimen. Así surgieron además la presunta y fallida revolución moral. Así se decidieron los severos reajustes económicos con los que comenzó la era de la Cuba comunista, marxista y leninista.

Oscar Vela Descalzo

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‘RECOVECOS DE LA HISTORIA’

 

La nueva edición del libro de Rodrigo Borja Cevallos, ‘Recovecos de la Historia’, ya se encuentra a disposición de los lectores. Cabe anotar que desde hace algunos años la obra estaba agotada y ahora, bajo el sello Dinediciones, el autor acaba de publicar esta quinta versión en la que se incorporan nuevas anécdotas y reflexiones sobre su larga carrera política y también sobre varios aspectos de su vida personal.

‘Recovecos de la historia’ es una obra amena y madura en la que Rodrigo Borja confiesa sus secretos personales y familiares, ciertas intimidades y aventuras de su infancia y su juventud, memorias de los avatares en la lucha política, los aspectos dulces y amargos del poder, relatos de primera mano sobre hechos trascendentes de la historia, y sobre todo, reflexiones, pensamientos, críticas, ambiciones y frustraciones de un personaje que decidió poner un punto final a su carrera política para entregarse por entero al seductor oficio de escribir.

En esta nueva edición se introduce, por ejemplo, la anécdota sobre un sorpresivo encuentro (sorpresivo solo para el ex presidente ecuatoriano), que mantuvo con el guerrillero de las FARC conocido como Raúl Reyes, y de la forma en que el autor del relato eludió una extraña invitación para asistir al campamento del grupo rebelde en la selva colombiana.

 

Otro hecho digno de ser leído es el que se titula: “La Sierra Maestra”, en el que narra la aventura de un grupo de estudiantes de derecho de la Universidad Central que estuvieron a pocos días de viajar a Cuba para enrolarse en el movimiento rebelde de Fidel Castro, refugiado en esos meses precisamente en las montañas para preparar el golpe final contra la dictadura de Batista. Esas páginas están cargadas del idealismo irracional de la juventud, pero también de las reflexiones posteriores sobre lo que habría sido el destino de aquellos estudiantes ecuatorianos que, por un inconveniente de última hora, no participaron en la revolución cubana.

Se incluye en la obra además, entre varios nuevos relatos, el que se refiere al repentino nombramiento que se le hiciera en el año 2007 como primer secretario general de Unasur, organismo regional creado en esos días por los jefes de Estado de los países sudamericanos además de los de Surinam y Guyana. Allí comenta el autor lo que fue su aceptación y los primeros contactos con algunos jefes de Estado, sus labores iniciales, y en especial, sus desavenencias y preocupaciones por el rumbo que se pretendía dar al nuevo organismo, y la decisión final de declinar su designación.

Por las páginas de esta obra pasan cientos de personajes que, para bien o para mal, han escrito una parte importante de la historia moderna de la humanidad. Pasan también por allí, de forma expresa o entre líneas, los totalitarismos, las ideologías, los conflictos bélicos, las nuevas tecnologías, el cambio climático, el azote de los populismos, reunidos todos en un cautivador catálogo de memorias y sucesos.

Oscar Vela Descalzo

 

 

 

 

 

 

 

 

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