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PATRIA O MUERTE

No se trata de una simple disyuntiva apropiada en estos tiempos por todo populista de extrema izquierda que se precie de tal. Tampoco de una alusión directa a la frase atribuida a Fidel Castro tras la explosión del barco francés «La Coubre» en aquel discurso en el que acusó a la CIA, como tantas otras veces, entre falacias y locuciones publicitarias de su régimen, de haber provocado un atentado que nunca llegó a comprobarse.

Se trata de comprender lo que encierran estas tres palabras que así, juntas, han sido tan manoseadas, tan vulgarizadas por los políticos de show y tarima, demasiado dados a repetir lo que algún presunto iluminado les susurra al oído, lo que sus compañeros han escrito en el libreto o lo que escucharon de pasada en una conversación al más intelectual de sus colegas. Se trata de entender que esas palabras envolvieron los nacionalismos más peligrosos de los que la humanidad haya sido testigo, los que se atrincheraron política e ideológicamente en grupos terroristas como ETA en España, el ELN y las FARC en Colombia, IRA en Irlanda, entre muchos otros.

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), publicó hace pocos meses la que ha sido catalogada como la mejor novela del año en España, ‘Patria’ (Tusquets). En ella, este escritor de culto muestra un pedazo de lo que fueron casi cincuenta años de violencia de ETA a través de la vida abúlica pero profundamente patriótica de un pequeño pueblo situado en el País Vasco. Con personajes fascinantes, Aramburu forma un rompecabezas de historias cuyo hilo conductor es el asesinato de un importante empresario del pueblo, apodado el Txato, a manos de un comando etarra. Pero más que relatar uno de los tantos episodios sangrientos que se cometieron en esos años bajo el pretexto de la lucha por la independencia vasca, la novela desbroza la cotidianidad de un escenario en el que casi todos los habitantes del pueblo (o de la ciudad en otros casos) quedaron marcados por los actos terroristas de ETA.

De este modo, Aramburu lleva al lector, entre una historia y otra, a vivir el día a día de aquel pueblo en el que no solo se apoyaba (en secreto o a viva voz) la lucha armada independentista, sino que en la mayoría de los casos, imbuidos de ese patriotismo independentista que se les había contagiado en la sangre, justificaban y encubrían actos criminales a pretexto de aquel abominable fin ulterior. Así, el Txato, es extorsionado, amenazado y ejecutado por haberse negado a seguir pagando la “cuota” de apoyo a ETA y esto lo convierte a él y a su familia no en las víctimas, sino en los apestados del pueblo. El fanatismo nacionalista los hizo enemigos públicos y su suerte quedó sellada.

Sin embargo, pasarán los años y ETA anunciará el abandono de las armas. Llegará entonces, para casi todos, un período de paz, arrepentimiento y reconciliación. Pero para unos pocos remordidos y derrotados, fanáticos obsecuentes e irredimibles, estas palabras se mantendrán asociadas por siempre.

Oscar Vela Descalzo

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ENRIQUE, EL PERSONAJE

Hace pocas semanas falleció Enrique Muñoz Larrea (Quito, 1933). La enfermedad a la que había combatido durante años terminó por doblegarlo los primeros días de abril, pero él llevaba mucho tiempo atrincherado en su departamento, muy cerca del parque La Carolina. Allí se sentía protegido por un ejército de libros, cercado por sus objetos más preciados, acompañado por los recuerdos de María Luisa, su esposa, que partió al viaje definitivo demasiado tiempo antes que él.

Enrique Muñoz fue Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de Historia, Académico Correspondiente de la Real Academia Española de la Historia, autor de varios libros y trabajos de investigación relacionados especialmente con la época colonial y el nacimiento de la República.

Pocas semanas antes de su muerte hablé con Enrique por teléfono para concertar una entrevista. Al principio se mostró dubitativo, pero cuando le dije que se trataba de una novela que estaba escribiendo sobre un tío suyo, Manuel Antonio Muñoz Borrero, entusiasmado, acordamos vernos de inmediato.

Lo visité una tarde de marzo que, por fortuna para mí, terminaría siendo más larga de lo previsto. Allí, en su refugio, me brindó la última copa de un licor de endrinas (Pacharán) que él mismo había preparado tiempo atrás. Conversamos por más de tres horas sobre la Segunda Guerra Mundial y la apasionante vida de su tío que en el año 2011 fue nombrado Justo de las Naciones por el Estado de Israel como mérito por sus esfuerzos al haber salvado decenas de judíos de una muerte segura en los campos nazis de exterminio.

Esa tarde me reveló la gravedad de su salud, pero también me demostró la maravillosa lucidez que lo había acompañado siempre, remontándose con total claridad hacia distintos pasajes de la historia. Cuando ya anochecía y pensaba que nos acercábamos al final de la reunión, Enrique se levantó y desapareció durante un rato. Luego me dijo que había preparado café para tomar con bizcochos. Así, en la pequeña mesa de su cocina, mientras remojábamos los bizcochos, seguimos el hilo de la conversación sobre la hazaña de su tío.

Pero todavía habría más sorpresas, pues antes de concluir la velada me invitó a su biblioteca y me mostró con orgullo sus libros, condecoraciones e investigaciones. En una caja pequeña había separado varios objetos de regalo: sus obras ‘Albores Libertarios de Quito’, ‘Cuenca del Rey, Los Últimos Presidentes de la Real Audiencia’, una colección de textos históricos y varios documentos personales y fotografías familiares de Manuel Antonio Muñoz.

Esa noche, poco antes de salir, le dije que pensaba incluirlo en la novela como personaje principal. Enrique, esbozando una sonrisa y mostrando un destello de luz en sus ojos, comentó que le encantaría vivir para siempre entre las páginas de un libro. Y aunque la promesa de volver a vernos no se cumplió pues el tiempo se nos vino encima, Enrique se ha convertido en un personaje de novela y nuestras charlas continúan.

Oscar Vela Descalzo

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EL MOTEL DEL VOYEUR

Gay Talese (New Jersey, Estados Unidos, 1932), es un periodista y escritor que ha incursionado desde varias décadas en lo que la crítica ha llamado el “nuevo periodismo”, una corriente de los años sesenta que se caracteriza por la narrativa íntima de ciertos comunicadores que se involucran en temas polémicos o escandalosos para escribir sobre ellos como si se tratara de una novela de ficción.

Galese ha sido uno de los grandes exponentes del periodismo literario o nuevo periodismo con obras que han rozado la excelencia y la provocación tales como: ‘Honrarás a tu padre’, escrita en 1971, que dio origen a la famosa serie de televisión ‘Los Soprano’; y también el renombrado libro ‘La mujer de tu prójimo’, con el que exploró la vida sexual de los estadounidenses a partir de vivencias propias y de estudios que arrancaron más de una protesta en ese país.

Su último libro, ‘El motel del voyeur’ (Alfaguara, 2017), también ha originado ríos de tinta cargados de elogios y críticas. La historia empezó para Talese en los años ochenta cuando recibió una misteriosa carta de un hombre de Colorado que mencionaba haber comprado un motel en el que había realizado ciertas modificaciones en un ático para poder espiar a los clientes en sus aventuras sexuales. El autor se reunió entonces con el voyeur y le propuso escribir la historia con la condición de que se le autorizara mencionar en ella tanto su nombre real como el del motel con sus datos y ubicación exactos.

Gerald Foos, el particular voyeur, se negó en principio a incluir su infomación real en el libro, pero entregó a Talese la fotocopia de un diario en el que había recogido durante varios años las historias más picantes y truculentas de los clientes que visitaron el motel. Cuando el periodista leyó aquellos diarios comprendió que tenía en las manos una historia increíble que no solo iba a satisfacer las apetencias sexuales (y voyeristas) de ciertos lectores, sino que había allí otros secretos como violaciones, tráfico y consumo de drogas, violencia e incluso un homicidio.

Durante muchos años la obra permaneció en el limbo a la espera de la autorización de Foos para ser escrita. Esta autorización llegó cuando ya habíamos entrado el nuevo siglo. Talese se entregó entonces a narrar esta historia tomando como base el diario que le había entregado Foos. Allí descubrió que muchos los hechos que el voyeur mencionaba bien podían ser inventados por él, pero la gran mayoría resultaban aplastantemente reales.

Lo que nunca imaginó Talese (o quizás sí lo hizo de forma calculadora y premeditada) era el alboroto que armaría esta obra cuando el New York Times la sacó a la luz con una serie de reportajes que cuestionaban desde el punto de vista ético esa forma de periodismo que salta entre la realidad y la ficción con total impunidad, y que, al mismo tiempo, presumiblemente, había encubierto varios delitos cometidos en las habitaciones del motel a vista y paciencia del extravagante mirón.

Oscar Vela Descalzo

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HUMO

En la misma historia, gracias a la pluma estilizada e incisiva de la escritora Gabriela Alemán, confluyen el dictador paraguayo Alfredo Stroessner, el inventor del bolígrafo, un húngaro nacionalizado argentino de nombre Ladislao José Biró, el doctor Peter Palamazczuk, un investigador notable que curaba leprosos a mediados del siglo XX, además de Gabriela, Andrei, Pablo y Nacho, cuatro personajes vinculados por una historia grande que abarca la Guerra del Chaco (1932-1935) contra Bolivia, y la génesis y el epílogo de la dictadura anticomunista del general Stroessner.

‘Humo’ (Literatura Random House, 2017), la nueva novela de Gabriela Alemán, es un relato intenso, impactante y también sensible sobre los momentos más importantes de la historia paraguaya durante el siglo anterior. Los personajes reales conviven con otros que quizás no lo son en una trama magnética que empieza con el regreso de Gabriela a Asunción, dieciséis años después, para recibir un sobre que le ha dejado su buen amigo Andrei que acaba de fallecer. En ese misterioso legado Andrei narra una buena parte de la historia de la Guerra del Chaco de la cual fue protagonista accidental, y la particular participación en el conflicto de un joven teniente de apellido extraño al que aquejaba una terrible enfermedad. Gabriela descubrirá también en ese testimonio la insólita aventura que protagonizaron el propio Andrei junto a Biró y Palamazczuk en un viaje hacia el territorio de los ñandúes para capturarlos y usarlos en una investigación médica sobre la penicilina. Allí conocerá la protagonista principal de la novela el lado menos conocido de Stroessner y el vertiginoso ascenso que lo convirtió, poco tiempo después, en un dictador brutal que permanecería en el poder durante más de treinta y cinco años.

Gabriela deberá enfrentarse al pasado del país sudamericano y al suyo propio a través de los papeles de Andrei. Entre los vestigios que logra rescatar de su memoria y aquellos testimonios de su añorado amigo, reconstruirá una historia marcada por la migración, los totalitarismos, los desastres de la guerra, las violaciones a los derechos humanos, pero también por las grandes y pequeñas conquistas del hombre, entre ellas el amor, la amistad, el humanismo y la libertad.

‘Humo’ no pretende ser una cortina para ocultar la realidad que sacude cada tanto a Latinoamérica, por el contrario, es una novela que lanza una señal de alerta sobre el riesgo permanente que se cierne sobre nuestros pueblos cuando emergen de las tinieblas las ambiciones totalitarias.

A manera de confesión, Andrei develará poco a poco los momentos más oscuros de una historia escrita con la sangre de los inocentes sobre las sombras siniestras de la dictadura. Si el inicio de la novela es hipnótico y contundente, el lector quedará sorprendido por el ingenioso final que resulta ser una suerte de torbellino cargado de funestas revelaciones y de los más íntimos secretos de sus personajes y de la historia de Paraguay.

Oscar Vela Descalzo

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EL RUIDO DEL TIEMPO

El compositor ruso Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo, 1906-Moscú, 1975), fue uno de los artistas que debió sucumbir ante el poder para rescatar sus obras de la censura y el olvido. Todo empezó una noche de 1936 cuando el músico asistió a la representación de su célebre ópera ‘Lady Macbeth de Mtsensk’. En el palco de autoridades se encontraban los camaradas más representativos del Partido Comunista de la Unión Soviética: Mólotov, Mikoyán y Zhdánov, pero además estaba allí el propio Stalin, que se había ubicado estratégicamente detrás de una cortina.

Tanto el director como los músicos de la orquesta, nerviosos por la presencia del líder y de sus principales acólitos, tocaron aquella noche con un vigor y una impericia inusitados, en especial los instrumentos de percusión que se encontraban, por desgracia, más cerca del palco de autoridades. Poco antes del cuarto acto, todos los miembros del gobierno soviético abandonaron el teatro.

Shostakóvich, que había sido considerado como un prodigioso músico desde niño, alabado y admirado luego como uno de los compositores más importantes del siglo, se encontró de pronto con el veto irracional de su obra en todo el territorio soviético. Stalin, de quien se dice era aficionado a la música aunque no un gran conocedor de la misma, se encargó de demoler al compositor acusándolo de que su obra era decadente, reaccionaria y estridente.

Años más tarde, tras haber sufrido las consecuencias de la prohibición y de haber pasado verdaderas penurias económicas, Shostakóvich se alineó (se dice que de labios para afuera) con el gobierno soviético, y sus obras volvieron a sonar en los principales teatros del país. A partir de ese momento fue acusado por los opositores de traidor y felicitado por los comunistas por haberse mantenido de pie y en la línea ideológica del partido. Pero pocas personas sabían que poco tiempo antes, en 1937, por alguna razón el gran líder había decidido que lo iba a terminar perdonando (o reclutando), y así fue, pues aquel año fue llamado a interrogatorio por participar en un supuesto complot para asesinar a Stalin. El famoso interrogatorio, antesala de una segura ejecución para él y los suyos, se suspendió de la forma más extraña y más tarde se supo que el interrogador había sido arrestado como sospechoso.

Julian Barnes (1946), uno de los mayores exponentes de la narrativa inglesa contemporánea, describe la vida de Dmitri Shostakóvich en esta conmovedora novela titulada ‘El ruido del Tiempo’, que desarrolla su trama durante el sanguinario gobierno de Iosif Stalin, quizá el peor de los criminales de la historia de la humanidad.

La historia de Shostakóvich y Stalin es un retrato fiel y descarnado del hombre humillado ante el poder absoluto, pero además es la muestra desgarradora del arte como expresión de la obsecuencia antes que de la libertad de inspiración y creación: una suerte de lágrima suspendida en un lienzo, en un libro, en una nota musical…

Oscar Vela Descalzo

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LAS ÉLITES NO LEEN

LAS ÉLITES NO LEEN
Hace pocos días alguien me consultó sobre los índices de lectura que tiene nuestro país. Le respondí que en el 2014 se leía en Ecuador, cada año, medio libro por persona. Asumo que esta cifra, bochornosa desde cualquier punto de vista, no ha cambiado en los últimos años.

Pasado el estupor que provoca saber que tenemos el promedio más pobre de lectura de Latinoamérica, la charla se centró en la interrogante de siempre: ¿Quiénes leen más? Mucha gente piensa que los lectores están situados en mayor proporción en las clases altas, pero me temo que esta apreciación es incorrecta. Los lectores en el Ecuador y en otros países de la región, en una abrumadora mayoría, son de clase media.

En términos generales, las élites no leen. Incluyo aquí, obviamente, a las élites económicas y a las políticas (que por desgracia para la sociedad casi siempre se funden en una sola categoría). Para demostrar lo afirmado basta acudir alguna vez a los eventos culturales que se ofrecen. Muy pocas ocasiones, salvo que se trate de un concierto de algún músico pop, se encuentran representantes de esas élites en una obra de teatro, en una función de cine independiente, en una muestra pictórica, en una librería…

Las élites viven de las modas, y si la moda es, por ejemplo, leer la novela erótica más vendida en Nueva York o Londres, ellos aparentarán que la han leído y comentarán sobre la misma con absoluta solvencia, de oídas, por supuesto, o esperarán la película para entender la historia. Si la moda, en cambio, es tener bibliotecas portentosas, las tendrán, aunque jamás abran ni ellos ni sus familiares ninguno de aquellos libros, o, lo que es más deprimente todavía, algún gurú les fabricará una biblioteca de apariencia maravillosa que solo muestra los lomos de miles de volúmenes desprovistos por completo de páginas y palabras.

Pocos días después de esta conversación, un amigo me envió el enlace de una entrevista en la que el presidente Obama, mostrando una vez más su elevada estatura intelectual, comentaba el rol esencial que han tenido los libros sobre él: “…en esta era ruidosa y sobrecargada de información, los libros fueron una fuente de ideas e inspiración que me proporcionaron un renovado conocimiento de las complejidades y ambigüedades de la condición humana”. Citaba además sus lecturas y autores favoritos, y la forma en cada uno de ellos le ayudó a crecer tanto en lo personal como en su carrera política.

Como contrapunto, recordé que un político activo local dijo alguna vez que el último libro que había leído (seguramente en el colegio y por castigo) era ‘Las venas abiertas de América Latina’. Otros, por el contrario, muy sueltos de huesos y neuronas, afirman con asombrosa sinceridad que nunca han leído nada, y claro, eso se nota a leguas en cada una de sus actuaciones.

Ante estas evidencias, y, sobre todo, ante el nivel intelectual que exhiben nuestras élites cada día, ¿a alguien le quedan dudas sobre quiénes son los que más leen?

Oscar Vela Descalzo

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LA CASA DE LA MEZQUITA

No cabe duda que la lectura es fundamental para elevar el nivel cultural de una persona, pero no necesariamente todo lo que leemos hoy incrementa el caudal de nuestros conocimientos. Nuestra era, la de las redes sociales asociadas a desenfrenados cambios tecnológicos, nos ayuda a leer más, pero no a leer mejor.

Un altísimo porcentaje del contenido de lectura que se recoge en las redes sociales y en la web está asociado a temas triviales, a chismes de farándula, bromas de coyuntura o eventos sociales, y en cuanto a las noticias que allí circulan, cada vez más breves y efímeras, también en elevados porcentajes suelen falsas o al menos distorsionadas.

Es cierto que a través de cualquier dispositivo tecnológico podemos saber al instante que se produjo un atentado en oriente medio, que los miembros del Estado Islámico destruyeron una antiquísima ciudad persa o que las fuerzas iraquíes están a punto de conquistar Mosul, pero conocer no significa saber y peor aún comprender.

La aparición de ISIS en el espectro mundial desde el 2014, cuando su líder Abu Bakr al-Baghdadi autoproclamó su califato en medio de la yihad o guerra santa musulmana, dada la espectacularidad y lo sangrientas de sus acciones, ha copado buena parte de la información que circula en las redes, pero en realidad muy poca gente conoce a fondo el origen de estos grupos fundamentalistas, y por ese desconocimiento se cae en los errores comunes del sectarismo, el racismo y la ignorancia que llevan a confundir a todos los musulmanes, seguidores del Islam (su religión), con fanáticos terroristas como ISIS o Boko Haram.

Uno de los autores más relevantes del momento es Kader Abdolah, escritor de origen iraní, actualmente ciudadano de los Países Bajos, que publicó la exitosa novela titulada ‘La Casa de la Mezquita’, precisamente como una forma de contarle al mundo la realidad de lo que fue Irán, su patria, hasta 1979, y la transformación político-religiosa del país con la revolución del ayatolá Jomeini que derrocó al sah Mohammad Reza Pahlaví.

Narrada con un estilo simple pero magnético, la obra localiza la historia en la ciudad de Seneyán, en la que la familia de Aga Yan ocupa una posición relevante tanto en los aspectos políticos como en los religiosos, pues su vivienda, una casa enorme repleta de habitaciones, salones y extraños pasadizos, está adosada a una mezquita que se ubica en un zoco o mercado tradicional de la urbe. En esa casa transcurre una buena parte de la novela, como el reflejo de la vida modesta, sencilla y profundamente espiritual de los iraníes de la época, con historias fantásticas vinculadas a la mezquita y los imanes que pasan por ella.

La brutal transformación que sufrirá la sociedad iraní con el retorno de Jomeini, la conversión a la república islámica y la radicalización de los usos y costumbres de la población, constituyen uno de los antecedentes inmediatos de los grupos terroristas que hoy tienen en vilo a todo el planeta.

Oscar Vela Descalzo

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CURIOSA MUERTE LA DE MARÍA DEL RÍO

“Casi a nadie sorprendió –a mí menos, la verdad sea dicha- que el viejo profesor apareciera muerto de esa manera. Era más o menos previsible que las cosas tomaran ese rumbo. Había algo en el ambiente de la ciudad, un convencimiento generalizado, uno de esos rumores que se propagan en segundos. Era de suponerse –se evidenciaba en las miradas de quienes contemplaban el cuerpo del profesor, en la foto del diario El Meteorito- que sus juegos terminasen por llevarlo al más allá de manera atroz…”

Así da inicio a su nueva novela, ‘La curiosa muerte de María del Río’, (Alfaguara, 2016), el escritor cuencano Juan Pablo Castro Rodas (1971). Así atrapa al lector el narrador de esta historia, al mejor estilo de los grandes exponentes del género negro: Simenon, Chandler, Black, Ellroy, entre muchos autores que han dedicado sus vidas y sus obras al culto del crimen y al arte de matar.

‘La curiosa muerte de María del Río’ obtuvo el Premio de Novela corta Miguel Donoso Pareja, que se convocó en el marco de la Feria Internacional del libro de Guayaquil en el año 2015, según el acta del jurado: “…por su lograda organicidad, por su capacidad de intriga sustentada a través de un lenguaje funcionalmente literario y por la configuración de un sólido protagonista”.

A partir de la primera escena, descarnada y enigmática, el narrador anónimo describe con todo detalle el descubrimiento del cuerpo de la víctima, las múltiples y espantosas heridas que le ha provocado el arma homicida, una daga con empuñadura roja que el asesino le ha incrustado en el vientre, y las singulares características de este crimen que conducirá al teniente Veintimilla, protagonista principal de la novela, a involucrarse en el mundo subterráneo de un viejo profesor universitario que, a vista y paciencia de la conservadora sociedad cuencana, ha estado viviendo una doble vida.

La historia entra entonces en un ritmo frenético y pegajoso que transita entre bares frecuentados por homosexuales, discotecas, hospitales psiquiátricos y algunos muladares en los que el viejo profesor habría dejado sus huellas. La carga irónica de la narración, una impronta particular de la literatura de Castro Rodas, se ensaña con las sociedades andinas, en especial la cuencana y la quiteña, y recrea en el texto aquel modo de vida taimado, curuchupa y bastante convencional que caracteriza a las dos ciudades.

El autor de esta deliciosa novela hace gala de una prosa ágil y bien pulida que no se queda en el puro relato sino que profundiza y reflexiona en la condición de los personajes, todos ellos bien definidos tanto en su aspecto físico como en su carácter y comportamientos perfectamente entonados con el ambiente que rodea al misterioso crimen.
A propósito de los múltiples pliegues de la novela, dice el narrador en uno de sus pasajes: “La vida del profesor parecía haber transcurrido entre la anodina esfera del mundo académico, a vista de todos, y, paralelamente, en una enturbiada zona de penumbra.”
Oscar Vela Descalzo

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LIBROS PRESTADOS

Hace cuatro años, en uno de los recorridos habituales que suelo hacer por esos paraísos detenidos en el tiempo que son las librerías de libros usados, encontré entre cientos de volúmenes polvorientos una de las joyas literarias que tenía pendiente en la extensa lista de tesoros codiciados que solemos hacer los bibliófilos.

La novela ‘Los Thibault’, del autor francés Roger Martin Dugar, premio Nobel de Literatura en 1937, había sido publicada por editorial Losada S.A., en el año 1944, en ocho tomos. La saga de los Thibault, que tiene como personajes principales a los hermanos Jacques y Antoine, abarca la primera parte del siglo XX, incluida la primera guerra mundial en la que el autor combatió. Escrita con un estilo sublime, retrata la época, las pasiones y las desventuras de esta singular familia.

Cuando descubrí la obra en una librería ubicada en plena Mariscal, entre la emoción de tenerla en mis manos y el nerviosismo por llevármela a casa después de haber acordado un precio justo, no reparé en el sello que el propietario original de los libros había estampado en la primera página, debajo del título y de las florituras que lo rodeaban.

Más tarde, al llegar a la biblioteca, antes de encontrar el espacio exacto para los libros, me percaté de aquel sello de tinta azul que identificaba el nombre del propietario y la pertenencia de esos magníficos tomos a su biblioteca personal. El dueño resultaba ser un personaje público de gran prestigio que también había incursionado en el mundo de las letras, y que pertenecía además a una familia de notables intelectuales ecuatorianos. Se me vino a la mente entonces la imagen desapacible de esas extensas bibliotecas formadas en el tiempo por varios antepasados y engrandecidas por generaciones futuras hasta que, en algún mal momento, ese miembro de la familia al que siempre le estorbaron los libros, o quizás aquel otro que estaba pasando apuros económicos, tomó la decisión de regalar, subastar o mal vender el tesoro de sus padres o abuelos. Así, marcado por esa imagen desoladora, me entregué durante algunas semanas a ‘Los Thibault’.

Tres años después, en circunstancias que no vienen al caso, conocí por casualidad al propietario original de los libros. Confieso que tuve que armarme de valor para decirle que yo tenía esa colección que él había perdido, o vendido o regalado, tiempo atrás. El caballero (lo es en toda la extensión de la palabra), esbozando una sonrisa, me contó que muchos años antes había prestado esos libros a un amigo suyo, que éste nunca se los devolvió, y ahora, por fin, se explicaba qué había sucedido con ellos. Con temor, remordiéndome la lengua, le dije que se los devolvería con gusto (no era cierto, no lo habría hecho con gusto aunque hubiera sido de toda justicia que los recuperara). Pero por fortuna me dijo que no, que le encantaba la idea de que esa colección ahora estuviera en mi biblioteca, y sobre todo, que luego de su amigo, alguien más los hubiera leído.

Oscar Vela D.

 

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RESEÑAS LIBROS ENERO 2016

LA HONDONADA

Jhumpa Lahiri

Salamandra

414 páginas

Esta preciosa historia de la novelista India más leída en la actualidad está sostenida por los hilos invisibles de las relaciones familiares, en especial por el amor que nace con el vínculo de sangre, pero también por los desapegos de los hijos que deben partir. Los hermanos Subhash y Udayan vivirán pasajes felices en su vida infantil en un barrio pobre de Calcuta que rodea una hondonada que en invierno se llena de agua y forma una enorme laguna. Las decisiones de uno de ellos acabarán en tragedia, y tras ella, la familia sentirá que todo parece desintegrarse.

 

LAS ELEGIDAS

Jorge Volpi

Alfaguara

147 páginas

Esta novela lo sorprenderá desde el principio hasta el final tanto en su forma como en su fondo. Escrita en verso en su totalidad, nos narra la trágica historia de los denominados “campos del amor”, en California, Estados Unidos, a los que llegan cada día decenas de niñas y jóvenes mexicanas que son engañadas y que terminan prostituyéndose al otro lado de la frontera. Las redes de traficantes al parecer tienen su origen prehispánico en la zona de Tenancingo en la que muchos de sus hombres, por generaciones, se convierten en proxenetas e incluso entregan a sus hijas y hermanas a los traficantes del otro lado. Una obra potente, extraña y profundamente dolorosa.

 

LA NEBLINA DEL AYER

Leonardo Padura

Tusquets

360 páginas

brota una inesperada historia de amor.

Catorce años después de que el detective Mario Conde dejó la Policía, el encuentro fortuito de una maravillosa biblioteca plagada de verdaderas joyas literarias lo pondrá al borde de conseguir el negocio del siglo. Sin embargo, según van apareciendo aquellas maravillas de papel, y según Conde las coloca en el mercado negro cubano, también aparecerá algo difusa la mítica imagen de una famosa y fugaz cantante de boleros de la Habana de los años cincuenta. El detective sentirá una especial atracción hacia la misteriosa dama que estará de algún modo vinculada a un sorpresivo crimen en esa fastuosa biblioteca, y también a una historia del pasado de Conde que se develará lentamente en las páginas de esta gran novela.

 

LA FORMA DE LAS RUINAS

Juan Gabriel Vásquez

Alfaguara

560 páginas

 

La nueva obra del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, es quizá su libro más ambicioso. La historia arranca en el año 2014 cuando Carlos Carballo es arrestado por intentar robar de un museo el traje de paño de Jorge Eliecer Gaitán, el líder político que fuera asesinado en Bogotá en 1948. Esta novela autobiográfica y de investigación, recorre a partir de ese hecho una parte de la historia colombiana con los asesinatos de Gaitán y también de Rafal Uribe Uribe años antes (1914), pero los conecta de forma inteligente y amena con crímenes como el de John F. Kennedy. Sin embargo, el lector no logrará descubrir hasta el final cuál es el vínculo que une estos crímenes políticos con aquel suceso de apariencia trivial en un museo bogotano en 2014.

 

Oscar Vela Descalzo

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