Molinos de viento
Según Miguel de Cervantes, cuando don Quijote vió a lo lejos los molinos de viento comentó: “la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas…”.
Este pasaje, uno de los más bellos y reconocidos del Quijote (incluso para aquellos que jamás lo han leído), vuelve permanentemente a mi cabeza cada vez que escucho a algún poderoso, ya sea éste instituido o fáctico, referirse a sus contrarios u opositores como enemigos, y a partir de aquel calificativo perverso, emprender una batalla ficticia.
Siempre me pareció que este episodio del Quijote no era precisamente el que resaltaba sus ideales aventureros por más delirantes que fueran, sino, por el contrario, el que lo descubría como un ser humano cualquiera, vulnerable e imperfecto, apresado por su vanidad y expuesto por aquel afán enfermizo de cortejo a Dulcinea. Cuál sería el asombro del escudero ante la insensatez del caballero que intentó disuadirlo de esta forma: “¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.” Pero en ese momento no había poder sobre la tierra ni razonamiento alguno que detuviera las ansias de gloria de don Quijote. Y de inmediato, lanza en ristre, se avalanzó sobre sus enemigos…
Lo mismo sucede en nuestra sociedad de tanto en tanto, especialmente cuando se teme perder el poder, cuando se anhela alcanzarlo por encima de todo y de todos, o cuando se necesita sumar adeptos para la causa. Entonces los poderosos de cualquier clase inventan un enemigo que resulta ser el doblez de ellos mismos, el negativo de su imagen, y son ellos los que le confieren ciertos poderes asombrosos, lo ensalzan y también lo satanizan, y una vez que el monstruo ha sido creado, visibilizado e identificado, se lanzan a destruirlo como lo hizo don Quijote.
Así se han construido las sociedades más desiguales; así se han fabricado las peores guerras que ha sufrido la humanidad; así se han cometido los crímenes más atroces; así se escribieron los libros sagrados, se concibieron los dioses y se fundaron los credos; así se amasan las grandes fortunas en desmedro de los que mueren de hambre; así se han consolidado los imperios y se ha aplastado a los más vulnerables; así se atemoriza a la población y se gana autoridad; así dominan a sus pueblos los miserables; así se aferran a sus cargos los incapaces; así ocultan sus trapacerías los corruptos; así se forjan los falsos héroes y se sepulta a los supuestos canallas; así, entre molinos de viento, se ocultan temores y se silencia a la verdad.