Woolf: abusos, amor y muerte
La famosa escritora londinense Virginia Woolf (1882-1941) vivió en permanente equilibrio entre la cordura y el delirio, entre la felicidad que encontró en el amor y la aflicción que le producía su existencia. Sufría de trastornos bipolares que la sumían constantemente en profundas depresiones. Algunos biógrafos afirman que estos desórdenes pudieron originarse en los abusos sexuales de los que fue víctima cuando era niña a manos de dos hermanos mayores.
Su obra se consolidó en la cima de la crítica universal gracias al rompimiento de los moldes tradicionales que, en aquella época, condenaban y opacaban por anticipado a la literatura femenina. El diálogo interior, la penetración psicológica, el lesbianismo, la reivindicación de la mujer, la narrativa experimental, una aguda visión social, la convirtieron en una de las novelistas más importantes del siglo XX con obras magistrales como “Las Olas”, “Mrs Dalloway”, “Orlando”, “Al Faro”, entre otras.
Se casó en 1912 con el judío Leonard Woolf (de quien tomó el apellido). Durante la época de entre guerras, sin embargo, su vida osciló una vez más en la ambigüedad, pues a pesar del amor intenso que sentía por su marido, mantuvo una relación lésbica con la escritora Vita Sackville-West, relación amorosa que concluyó años más tarde y que perduró como una férrea amistad hasta su muerte.
El estallido de la segunda guerra mundial, la destrucción de su casa en Londres y las amenazas de la invasión nazi a la isla, la enloquecieron una vez más hasta tomar la decisión de suicidarse. Así, el 28 de marzo de 1941, se puso su abrigo y llenó con piedras los bosillos para ahogarse en el río Ouse, cerca de su casa. Su cuerpo fue rescatado veinte días después.
En su carta final, una maravillosa y estremecedora declaración de amor a su marido, le decía:
“Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices de lo que hemos sido tú y yo.”
Leonard Woolf decidió incinerar el cuerpo de su esposa y la enterró bajo un árbol en el condado de Sussex, Inglaterra. En su epitafio se puede leer la siguiente frase de la escritora: «En contra tuya volaré con mi cuerpo invencible e inamovible, oh muerte».
De este modo la despidió su compañero de vida, abatido por el dolor, abrumado para siempre por esas palabras de despedida en las que ella le confesaba que ni siquiera la máxima felicidad que encontraron juntos había sido suficiente para quedarse.