Hombres buenos
El denominado siglo de las luces o de la ilustración (XVIII), es el espacio en el que se desarrolla esta nueva novela de Arturo Pérez Reverte, o lo es al menos en parte, pues el narrador central de la historia es el propio autor que, aprovechando su sillón en la Real Academia de la Lengua Española, descubre un día que en la biblioteca de la institución se encuentra una colección completa de 28 volúmenes de la primera edición de la Encyclopédie, el famoso diccionario de las ciencias y los conocimientos de la época, escrita y editada por Diderot, D’Alambert, Voltaire, entre otros.
La historia vista así parece llana y sin mayores bifurcaciones, pero el oficio de Pérez Reverte la convierte en una novela dinámica, seductora y de gran interés. A partir de ciertos hechos reales, por ejemplo el de que en esos años la Encyclopédie se encontraba entre el índice de los libros prohibidos por la iglesia católica y tan solo unos cuantos elegidos, hombres de fe inquebrantable y de conciencia inviolable, asumo, podían acceder a sus páginas y consultar su contenido, el autor narra la historia de la epopeya que habría significado llevar los 28 volúmenes a la España inquisitorial del siglo XVIII.
Así, dos personajes de ficción, el bibliotecario Hermógenes Molina y el almirante Pedro Zárate, miembros de la RAE, son elegidos para viajar a París a adquirir la Encyclopédie y llevarla hasta las estaterías de la congregación. Esta empresa, complicada, extensa y no exenta de peligros, es la trama central de la novela, su parte activa, épica, y a momentos muy divertida, sin duda, pero la historia principal se la lee entre líneas, disfrazada de algún modo del personaje del propio escritor que, utilizando el recurso de la metanarrativa, esto es, contar una historia más allá de la historia, se involucra en el texto para reconstruir el pasado con la mayor precisión posible, y así revelarnos en el presente la verdadera odisea que consistía en realidad en aquella insólita batalla gestada gradualmente entre los libros y la palabra contra el oscurantismo y los poderes seculares.
Una buena parte del peso de la historia se llevan en consecuencia otros dos miembros de la RAE, Manuel Higueruela y Justo Sánchez, opositores cotumaces al impío propósito de que la Encyclopédie forme parte de la biblioteca de la institución y se convierta así en una fuente inagotable de tentaciones y condenas para quienes consulten sus páginas. Para este efecto, los comisionados del fracaso contratan a Pascual Raposo, un mercenario lleno de vicios, que tendrá a su cargo el encargo de impedir a toda costa que los libros lleguen a Madrid.
Pero la alegoría de ‘Hombres Buenos’ está precisamente en esa guerra que vienen librando desde hace siglos la ilustración y el conocimiento simbolizados en la cultura frente a la superstición y el absolutismo representados en los distintos rostros del poder. De ahí que los libros resulten muchas veces las mejores armas contra los poderosos.