Camaleón albino
Partamos del hecho de que Juan Manuel Rodríguez es un orfebre de la palabra. El que haya leído alguna de sus novelas anteriores: El Pez Perfume, Cinturón de Fuego, El Poder de los Vencidos, entre otras, me dará la razón. Hoy con Camaleón Albino, simplemente se confirma este hecho.
Estoy convencido de que la limpieza de su prosa proviene de ese afán perfeccionista y riguroso del maestro en literatura y comunicación durante más de treinta años. También de sus lecturas, por supuesto.
Juan Manuel nació en Bilbao y llegó al Ecuador, quién sabe cómo y por qué, hace más de cuarenta años. Se nacionalizó ecuatoriano y aunque conserva ciertas voces y entonaciones hispanas, las eses han terminado por colonizar a las zetas y a las ces como lo hace el kikuyo con el césped cuando se asienta en estos parajes equinocciales.
Yo lo conocí apenas hace seis años en la cafetería de la Universidad San Francisco de Quito. Hicimos liga de inmediato cuando cruzamos una palabras sobre libros y autores. Vale la pena mencionar que, además de escritor y catedrático, Juan Manuel es un extraordinario conversador. Quedamos un día en Cumbayá para almorzar y compartir nuestras aficiones. Conversamos animadamente sobre autores y novelas favoritas, proyectos literarios futuros, cine (otras de las pasiones de Juan Manuel), y algo de actualidad. Desde aquel día hemos repetido el ritual durante muchas ocasiones, eso sí, invariablemente en el mismo sitio, en la misma mesa y con el mismo menú. Lo que cambia normalmente es el personaje de nuestras tertulias, casi siempre escritores o directores de cine, novelas de antaño o recientes, películas antiguas y, en ocasiones, algún estreno cinematográfico de interés común.
Así me involucré un poco en el proceso de creación de Camaleón Albino. Juan Manuel me la confió para una lectura profunda cuando la novela estaba prácticamente al salir del horno. Al margen del manejo pulcro del idioma y sus geniales dobleces y giros imprevistos, me entusiasmaron los personajes y el entorno de este thriller ecuatoriano: Germán Vilca, un actor desempleado que realiza las labores de limpieza en el museo antropológico de la ciudad. Damaris, su novia, a la que convence para irse a vivir con él en un altillo clandestino, aledaño a la biblioteca. Y Guilmond, el sagaz periodista, ávido de primicia, que entrelaza su vida con la de estos extraños personajes a partir de un pavoroso incendio que arrasa con el museo. No faltan en la novela los recursos clásicos de este género: el suspenso, la trama investigativa, una fuga y un descenlace fulminante, siempre mimetizados, como el camaleón, en lo cotidiano de la violencia y el tráfico de drogas, y con el aliño, casi común, de la corrupción en las altas esferas políticas.
Los grandes males de nuestro tiempo son relatados en Camaleón Albino con la prosa depurada y la filosofía propia, muy propia, de Juan Manuel Rodríguez.
Conocer al autor ha sido una aventura enriquecedora, pero leer sus novelas es un ejercicio de aprendizaje estricto y necesario.