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SATANIZAR LAS UTILIDADES

La Asamblea parece haber entrado en la recta final de una delirante carrera por expedir leyes para evitar que cualquier sector productivo saque la cabeza en medio de la crisis. Esta maraña de normas estatistas, avasalladoras, abusivas, e híper controladoras, pretenden sobrevivir varias generaciones no por sus bondades o su beneficio común, sino por el artificioso carácter de “orgánicas” con el que se las ha bautizado para dificultar en el futuro su reforma o su derogatoria.

A la técnica legislativa del voto en plancha por sumisión se le ha sumado ahora el vértigo y el apuro por aprobar todo lo que propongan los jefes, sin importar si los efectos pudieran ser negativos para la economía de los ciudadanos, devastadores para el desempleo o fatales para la iniciativa privada.

Todos los sectores productivos han sufrido el acoso y derribo gubernamental a través de normas que pasaron por la formalidad de los alza manos de la Asamblea, y que limitaron sus negocios, les impusieron gravámenes excesivos, restringieron su campo de acción o redujeron sus ganancias. El sector financiero fue el primero, y luego le siguieron los medios de comunicación, las empresas publicitarias, los constructores, las inmobiliarias, los propietarios de bares y restaurantes, los importadores, la agroindustria, los exportadores, hasta que le llegó el turno del garrotazo a las empresas de medicina prepagada, y con ellas, a la salud pública y privada del país.

La factura de esta nueva insensatez, por supuesto, la pagaremos los ciudadanos que, por un lado veremos cómo se incrementan de forma desmedida las primas de nuestros seguros, mientras se restringen las coberturas y se disparan hacia arriba los deducibles de las pólizas; y por el otro, seremos testigos del colapso de la salud pública que hoy ya presta el IESS con enormes dificultades, y que mañana, con el incremento de las personas que volverán a los hospitales y a la asistencia pública, será simplemente caótico.

Y aunque ciertas autoridades se den volantines amenazando a las empresas privadas de medicina prepagada, el daño a los ciudadanos ya está hecho, pues nadie les podrá obligar a esas empresas a prestar un servicio privado perdiendo dinero o arriesgando capitales sin expectativas de ganancias, ni tampoco les podrán forzar a mantener contratos de servicios que cuentan con cláusulas de fuerza mayor y se rigen por la libre voluntad de los contratantes.

El desfinanciamiento irresponsable del IESS fue el punto de partida de este nuevo ataque a los ciudadanos, pero el golpe final lo ha puesto en todos los casos la obtusa pretensión de satanizar las utilidades que generan los sectores productivos privados.

Sin esas utilidades no será posible reactivar la economía, no habrá ingresos fiscales por vía de impuestos ni mejorará nunca la calidad de vida de la gente. Sin esas utilidades satanizadas por los genios de la obediencia, solo crecerá el desempleo, la pobreza y el descontento popular.

Oscar Vela Descalzo

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NO EN MI NOMBRE

El homenaje que hizo esta semana la Asamblea Nacional del Ecuador a la ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, será recordado como uno de los actos más bochornosos de la historia del país.

Para un gobierno serio, el hecho de recibir con honores y condecorar a un ex mandatario de otro Estado, por sí solo podría resultar inconveniente tanto en lo político como en lo diplomático, pero resulta más grave todavía si la homenajeada acaba de dejar el cargo hace poco tiempo y está envuelta en cientos de escándalos judiciales e investigaciones de corrupción (también alguno de sangre como el caso Nisman), y, por si fuera poco, junto a ella han caído y siguen cayendo a diario los principales funcionarios que la acompañaron, mientras otros de sus colaboradores, familiares y amigos ocultan sus tesoros en conventos o bóvedas particulares, o vuelan sobre los tejados de lo poco que quedó en pie tras los casi catorce años de gobiernos kirchneristas.

Me pregunto lo mismo que se ha preguntado estos días la inmensa mayoría del pueblo ecuatoriano que vio con extrañeza, indignación, sospecha e incluso con vergüenza propia el acto de adulo a esta controvertida política: ¿Qué es lo que estamos condecorando? ¿Cuáles son los méritos que hizo esta señora para que un grupo de asambleístas le rindan pleitesía?

La respuesta más obvia y pueril será que la dama en cuestión pertenece a su misma tendencia ideológica, pero, asumo que quienes han urdido esta genial salida habrán pensado también lo poco que le favorece a su “tendencia” los escándalos de corrupción que arrinconan a su colega. ¿Se habrán puesto a pensar qué pasaría si en el caso Nisman una lejanísima e hipotética sentencia la llegara a involucrar de forma directa? ¿Se habrán puesto a pensar que el incremento exorbitante del patrimonio de los Kircher en varias centenas de millones de dólares entre dinero y propiedades resulta una verdadera bofetada al pueblo argentino cuyo índice de pobreza se incrementó tras esos catorce años al 32% del total de la población? ¿Alguien se habrá puesto a pensar que quizás muy pronto ella y sus cómplices podría acabar tras las rejas y todo este acto será aún más oprobioso para el Ecuador? ¿Se habrán dado cuenta los presuntos amigos de la Kirchner en nuestro país que se acaban de dar un tiro en el pie?

Si alguien quiere reunirse en un club de amigos y compartir un banquete con los ex gobernantes que le son afines ideológicamente, o tomarse fotos con los dictadores más crueles del momento y defenderlos a todo ante el mundo y poner las manos al fuego por sus actos turbios y sus cuestionadas fortunas, está en su derecho hacerlo, siempre que lo haga en nombre propio y no en representación del país.

Si alguien quiere rendir un homenaje a la corrupción, al populismo vivo o muerto, a la deshonestidad, al enriquecimiento desmedido o a la estupidez, que lo haga en nombre propio o en el de su partido, pero no en mi nombre, no en nombre del Ecuador.

Oscar Vela Descalzo

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SOBRE GENIOS E INGENIOS

Cada vez que la Asamblea Nacional anuncia el tratamiento de un nuevo proyecto legal el país se estremece. El recuerdo de las explosivas leyes de herencia y plusvalía (que todavía rondan juntas y de la mano por los pasillos legislativos), de las últimas reformas constitucionales y de tantas normas polémicas, aún nos tienen en zozobra.

 

Entre los proyectos pendientes se encuentra el denominado pomposamente como “Código Orgánico de la Economía Social de los Conocimientos, Creatividad e Innovación”. Más allá de la grandilocuencia del título, el mencionado cuerpo legal no es más que una nueva ley de propiedad intelectual en la que se menoscaban (por no decir de una vez que se eliminan) los derechos de propiedad inmaterial de todas las personas naturales o jurídicas privadas, nacionales y extranjeras.

 

El mencionado cuerpo legal, denominado por ciertos legisladores como ‘Código de Ingenios’ y no por su título tan brillantemente concebido, en su parte preliminar declara al conocimiento como “un bien de interés público”. Esta mera enunciación por sí sola no traería mayores consecuencias pues el conocimiento es un concepto tan amplio como personalísimo del ser humano, y por más que alguien lo declare de interés público, mientras ese conocimiento se mantenga en la esfera interior de una persona nadie tiene acceso a él así como nadie tiene acceso a los pensamientos, a las ideas o a los sueños del ser humano. Sin embargo, el propio proyecto remata su verdadera intención confiscatoria restringiendo el ejercicio de los derechos de propiedad intelectual como “una excepción al interés público del conocimiento”.

 

Es decir, en adelante, cualquier persona que hubiera plasmado sus ideas, sus conocimientos o sus sueños bajo una de las modalidades protegida por el derecho de autor (por ejemplo obras literarias, pictóricas, software o música); o aquel que los hubiera materializado en alguna forma de la propiedad industrial tales como marcas, patentes, obtenciones vegetales, diseños o planos arquitectónicos, en el Ecuador ya no será el titular de su obra ni podrá ejercer sus derechos, ni beneficiarse de su creación o invención sino solamente de manera excepcional bajo las condiciones y regulaciones que le imponga el Estado.

 

Esta novísima concepción del ingenio, inspirada por algunos genios en las teorías marxistas del conocimiento universal del siglo XIX (nada que ver con la teoría de Sandra Correa), además de violar derechos fundamentales del ser humano, de contraponerse a todos los tratados internacionales y de eliminar de una vez por todas cualquier posibilidad de firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea, aislará al Ecuador definitivamente del resto de naciones que protegen y respetan la propiedad intelectual, es decir, de todos los países con los que mantenemos relaciones comerciales y especialmente de los que recibimos inversión, dejándonos en una isla solitaria junto a Corea del Norte y, quizás, algún otro naufrago.

 

 

 

Oscar Vela Descalzo

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