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LA LUZ Y SUS GIGANTES
Querida Gabi: hay instantes en la vida que merecen ser atesorados en un lugar especial para tenerlos a mano cuando necesitemos de ellos. Siempre he pensado que la memoria es un desván donde se almacenan nuestros recuerdos con algún orden de prioridad elaborado de forma anárquica por cada uno. Somos y actuamos, en consecuencia, según los dictámenes de esa bóveda que es la memoria.
El domingo pasado, cuando te vi llegar a la meta junto a tu hermano Roberto, imaginé que tu memoria debía estar ya repleta de momentos inolvidables y que ese día tan intenso y deslumbrante, tan amargo y dulce a la vez, no iba a tener más espacio en la vitrina central en la que deberían estar guardados los recuerdos esenciales.
En aquel momento supuse que, a pesar de tu corta vida, aquella vitrina ya debía estar colmada de recuerdos maravillosos y que esos nuevos instantes de esplendor, después de tantas horas de sacrificio, no iban a caber allí donde debían archivarse. Sin embargo, ahora sé que estaba equivocado. Lo sé porque vi varias veces aquellas imágenes y, gracias a esa sonrisa que casi siempre asoma en tus labios, y gracias al brillo permanente que flota en tus ojos, comprendí que tu memoria no es un desván en penumbra que encierra una vitrina transparente de recuerdos felices, como imagino es la de todos o casi todos, sino que la tuya esta hecha de luz y por esa razón los mejores recuerdos de tu vida se proyectan hacia el exterior en tu risa, en tu mirada, en tu sola presencia.
Jorge Luis Borges, que era un tipo de otro planeta, decía en un relato titulado ‘El Indigno’: “He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola”. Ahora creo que, de algún modo, este verso fue colgado desde el primer instante de tu vida en la puerta de aquel espacio en la que reside tu memoria. Solo así se explica que te acompañe siempre esa alegría tan diáfana y contagiosa, sin misterio alguno.
El Ironman fue solo otra hazaña tuya y de tu familia, una hazaña que nos muestra lo pequeños que somos todos cuando no contamos con la voluntad que tú posees y con la fuerza del amor de la que te has rodeado; lo insignificantes que terminaremos siendo si mantenemos dormido en nuestro interior el deseo de superar todas las barreras aunque parezcan imposibles.
Alguna vez te vi pintar y vi terminadas tus hermosas pinturas. En otra ocasión te vi llegar a la cima de una montaña escarpada acompañada de varios seres enormes que te arropaban y festejaban contigo haber terminado esa aventura. El domingo anterior todos te vimos completar una prueba que muy pocas personas en el mundo serían capaces de acabar, y otra vez estaba allí, acompañándote, ese gigante que es tu hermano Roberto, y muchos otros gigantes esperaban en la meta.
Ya nada nos sorprende, querida Gabi, pues además de ser una artista y una luchadora indoblegable, eres pura luz, y esos seres enormes que forman tu familia, a tu lado, son tus gigantes.
Oscar Vela Descalzo