Rebelión en la granja

El escritor británico George Orwell (1903-1950), fue un adelantado para su época. La famosa obra 1984, en la que crea a su personaje más celébre, el Gran Hermano, sigue siendo hoy un éxito editorial al que los lectores contemporáneos acuden para constatar que la “absurda” utopía literaria se ha convertido en la cruda realidad del presente: denuncias de espionaje, escuchas telefónicas, violaciones de la intimidad, ministerios de la felicidad y otras tantas aberraciones contra la libertad de las personas.

Su novela Rebelión en la Granja, fue escrita en 1943 y publicada en 1945 tras una serie de tropiezos con varias editoriales que la rechazaron por su ácido contenido político. En 1971 apareció un prólogo escrito por el propio autor en el que explica que el rechazo de las editoriales a su novela se debió a que esta fábula no estaba dirigida en general a todas las dictaduras y todos los dictadores, sino expresamente a la Rusia de los soviets y sus dos tiranos más renombrados, algo que, en aquellos años para el Reino Unido, su aliado, era bastante inconveniente.

Sin embargo, quien lee esta obra puede comprender –igual que en el caso de 1984-, que su contenido es mucho más amplio que una crítica al régimen totalitario soviético. Rebelión en la Granja es en realidad un tratado atemporal sobre las tiranías pasadas y presentes que azotan al planeta.

La historia empieza, como casi todas la dictaduras, con una revolución, pero en este caso son los animales de una granja inglesa los que se rebelan contra el ser humano. Liderados por los cerdos que resultan ser mucho más inteligentes que los demás animales, en poco tiempo toman el control absoluto de la finca expulsando a sus propietarios. Napoleón, un cerdo de dimensiones enormes y mente aguda, se convierte en el líder de la rebelión. Snowball, otro cerdo de gran perspicacia será siempre su sombra y su contrapunto. Squealer, el cerdo de oratoria más clara es el encargado de la comunicación oficial, y así como informa sobre las decisiones del líder, también trastoca los mandamientos de la revolución, convence a los gobernados de que las cosas siempre van bien, e incluso manipula los hechos históricos para condenar a los enemigos y elevar a los altares a los amigos.

Hay en esta rebelión, por supuesto, una manada de ovejas: tontuelas, reverentes y obsecuentes con el líder; repetidoras del estribillo patriótico, que, siempre en buen número, ayudan a mantener la mayoría.

También hay, como en todas las tiranías, mandamientos iniciales que cambian o se derogan, corrupción y violencia, silenciamiento y liquidación de opositores y contradictores, miedo, represión y un control absoluto de todos los poderes. Y, claro, lo que no hay en la granja revolucionaria es libertad, que como Orwel decía es solamente: “el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oir”.

Oscar Vela

Hola, soy Óscar Vela, novelista, articulista y autor de reseñas para las revistas Soho y Mundo Diners. Bienvenidos.

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